Con motivo de un viaje de trabajo, he podido estar unos días en Helsinki, quedar con algunos amigos queridos y conocer, a -20C, algo de Finlandia. ¿Qué imagen tenía yo de este país antes de ir? Habiendo conocido a varios fineses y teniendo cierta curiosidad en general por cualquier país, el perfil que esbozaba era el de un país con un estado del bienestar muy avanzado, líder indiscutible en Educación (muchos años consecutivo siendo número 1 del Informe Pisa), altamente tecnologizado, muy frío y algo aburrido, y con una población un tanto excéntrica, tímida y trabajadora. De alguna manera, no estaba tan equivocada; de alguna otra, los estereotipos muchas veces nos hacen quedarnos cómodamente en el hall de entrada. En este viaje me he adentrado un poquito más, los fineses estaban especialmente interesados en que supiésemos algo más sobre ellos y nos acompañaron, por lo menos, hasta el ascensor. Nada más llegar ya me avisó mi amiga: “Finns have a low self- steem, they are always looking for approval: do you like me?“.
Efectivamente, en el encuentro con las autoridades locales nos presentaron los resultados de un informe elaborado por un grupo de sabios liderado por el Ministro de Exteriores del país Alexander Stubb en 2008, sobre el Branding de Finlandia. Exploraron la historia, la cultura, los iconos y mitos de este país. Los progresos de esta delegación se fueron publicando, convirtiéndose en un ejercicio muy mediático. Como solemos enfrentarnos a lo ajeno desde la comparación con lo propio, no pude evitar reírme al imaginar el mismo ejercicio tanto en mi país, España, como en mi otro país, Galicia, ¡el análisis se convertiría sin duda en un trasiego de críticas, manipulaciones y vapuleos, maniqueísmo y despropósitos! Hay que entenderlo también: las necesidades de branding de un país de reciente creación e historia como Finlandia (proclamó su independencia de Rusia en 1917) nada tienen que ver con las de nuestro país.
En el caso de Finlandia se adentraron en sus complejos: el creerse el raro, el extremo, el pequeño país envidioso de la Suecia de Ikea y H&M y receloso de su vecino soviético; miraron su forma de vida, tan pegada a la naturaleza, a lo rural; se miraron a sí mismos, que fueron capaces de construir un país basándose en una educación excelente e igualitaria para todos: para la gente de la ciudad y del campo, para niños y para niñas, para ricos y pobres, supieron que ésa era la mejor inversión en la que podía embarcarse el país, y así abolieron los colegios privados e hicieron que la educación pública de calidad fuese una cuestión de estado. Miraron también a la cultura, a las formas, y ensalzaron a diseñadores, como Alvar Aalto o Marimekko, como símbolos de la modernización del país (así, por ejemplo, el año que viene Helsinki será la World Design Capital).
No tuvieron miedo en mirar y mirarse y ahora, cuando deben construir la marca de Finlandia para el futuro, parece que no lo tienen tan difícil: en un momento en que el Desarrollo Sostenible es la clave para el avenir, Finlandia tiene como fortaleza una población crecida en el respeto, la convivencia y la veneración a la naturaleza haciendo de ésta uno de sus mayores atractivos, y lo hará, además, con las personas mejor preparadas para cualquier emprendimiento debido a su excelente educación.
Tendrá, eso sí, que afrontar otros problemas. La primera noche que llegué, se nos acercó un borracho y se sentó en nuestra mesa: “No tengo con quien tomarme esta copa”. Aparentemente, esto no es nada inusual en Finlandia ( leí hoy un artículo interesante sobre el consumo de alcohol en Europa). También me decían mis amigos: “Sí, en Finlandia el valor de la Educación es reconocido, pero los niños no quieren ir al colegio, no son tan felices como en España” (que me recordó a este otro artículo que me hizo llegar mi padre). El ir conociendo otros sitios, otras culturas, resulta casi siempre en una asombrosa moraleja: cada sitio tiene sus aspectos buenos y malos.
Pero hablábamos del futuro, y teniendo en mente los difíciles momentos que atraviesa nuestro país pensé que para lo que está por llegar, Finlandia lo ha hecho muy pero que muy bien. No dejaba de ser curioso que mientras sus políticos nos hablaban de cómo la educación había hecho posible, por ejemplo, el fenómeno de Nokia y haría alcanzable, por ejemplo, el empeño de hacer de Finlandia el Silicon Valley de la Innovación Social, en España se presentaba un proyecto vital que tiene como objetivo luchar contras las desigualdades en la Educación y fomentar la excelencia académica. Empieza por educar, un primer gran paso.
Me he quedado, sobre todo, con la moraleja: “cada sitio tiene sus aspectos buenos y malos.” En efecto, ningún país es perfecto ni ninguno un desastre (por lo menos los desarrollados). Y debemos aprender a mirarnos, desde a nosotros mismos independientemente hasta en la totalidad de una sociedad.
Ahora bien, Finlandia es un país de reciente creación y poco poblado. ¿Cómo lo hacemos en España, con casi 48 millones y el lastre histórico que llevamos?
La idea es preciosa, pero visto que no podemos ni con lo más fácil… ufff. A mí me da pereza, ¿a ti no?
Besos.
Sí, estoy de acuerdo que no se puede equiparar un país con otro. Cuando ponen como modelo el estado del bienestar de los países escandinavos me parece un poco injusto porque tanto por el tamaño de su población como por su historia son realidades muy diferentes a la nuestra. Eso no significa que debemos renunciar a inspirarnos en aquellos aspectos positivos que pueden servirnos para mejorar nosotros.
Un besito, y gracias por pasarte, otra vez.